Pero para los animales que mueren para confeccionar los productos ecológicos la ganadería ecológica supone igualmente el sufrimiento y la muerte.
Si creemos que los animales deben ser respetados por ser seres con capacidad de sufrir y disfrutar de sus vidas, debemos antes de nada dejar de verlos como ganado.
Un animal que sufre y disfrute, sea humano o de cualquier otra especie, es un individuo, como nosotros. Sin embargo, la ganadería, de por sí, los relega a productos de los que obtener un beneficio. Los convierte en meros números, considerándose indiferente todo el daño que se les causa. Pone de manifiesto en su mayor crudeza lo que hoy se conoce como especismo: la discriminación de los animales de especies distintas a la nuestra.
Hay tipos de ganadería con distintos adjetivos, como “intensiva”, “extensiva”, “biológica” o “ecológica”. Pero no debemos olvidar que por encima de las diferencias que pueda haber entre ellas, en todos los casos los animales que son explotados en tales granjas son explotados para ser destinados a una muerte segura.
Mucha gente a día de hoy puede pensar que la ganadería ecológica respeta a los animales, debido a que a menudo se confunde el ecologismo con el antiespecismo. Pero como vemos, las granjas ecológicas tienen como fin beneficiar a los consumidores. El verdadero respeto por los animales pasa por rechazar el especismo y abandonar su consumo.
Equanimal, al igual que otras organizaciones antiespecistas hemos decidido investigar que se esconde tras los muros de las granjas ecológicas. Porque las granjas ecológicas tienen muros, muros que separan a madres de hijos, muros detrás de los cuales amputan cuernos, rabos y picos y muros que esconden y ensordecen los gritos de dolor en los mataderos. Las granjas ecológicas, como cualquier otra, son centros cuyo objeto es explotar a los animales.
Hace unos días, activistas de Equanimal efectuaron una visita a una granja ecológica de cabras. Lo que allí se encontraron no difiere tanto de otro tipo de explotación: bebés separados de sus madres, con los cuernos cortados a ras de piel, machos enviados al matadero poco después de nacer, hembras con las ubres llenas de quistes al ser seleccionadas genéticamente para producir continuamente leche, animales con las pezuñas tan largas que no les permitían apenas moverse. Cierto que tenían un pequeño redil al aire libre pero que apenas utilizaban por lo que les costaba siquiera moverse unos pasos.
Cuando llegaron allí, nuestros activistas se encontraron unos animales ansiosos por recibir una caricia, por disfrutar de alguna novedad en sus tristes vidas; vidas pariendo hijos que les arrebataban nada más nacer, vidas esperando una muerte segura en cuanto dejaran de ser “productivas”.
No hay razones para continuar perpetuando la explotación y el asesinato de millones de animales en todo el mundo. Atormentar y matar a otros para degustar ciertos sabores no puede estar éticamente justificado. Y tampoco hay motivos nutricionales que nos puedan impulsar a hacerlo: podemos vivir de forma perfectamente saludable siguiendo una dieta vegana, sin ningún producto animal.
Si quieres conocer los motivos y las maneras para llevar una vida más ética con los demás animales visita:
www.especismo.org
www.veganismo.org
Puedes ver más fotos en:
http://www.flickr.com/photos/equanimal/sets/72157627837100048/
Si creemos que los animales deben ser respetados por ser seres con capacidad de sufrir y disfrutar de sus vidas, debemos antes de nada dejar de verlos como ganado.
Un animal que sufre y disfrute, sea humano o de cualquier otra especie, es un individuo, como nosotros. Sin embargo, la ganadería, de por sí, los relega a productos de los que obtener un beneficio. Los convierte en meros números, considerándose indiferente todo el daño que se les causa. Pone de manifiesto en su mayor crudeza lo que hoy se conoce como especismo: la discriminación de los animales de especies distintas a la nuestra.
Hay tipos de ganadería con distintos adjetivos, como “intensiva”, “extensiva”, “biológica” o “ecológica”. Pero no debemos olvidar que por encima de las diferencias que pueda haber entre ellas, en todos los casos los animales que son explotados en tales granjas son explotados para ser destinados a una muerte segura.
Mucha gente a día de hoy puede pensar que la ganadería ecológica respeta a los animales, debido a que a menudo se confunde el ecologismo con el antiespecismo. Pero como vemos, las granjas ecológicas tienen como fin beneficiar a los consumidores. El verdadero respeto por los animales pasa por rechazar el especismo y abandonar su consumo.
Equanimal, al igual que otras organizaciones antiespecistas hemos decidido investigar que se esconde tras los muros de las granjas ecológicas. Porque las granjas ecológicas tienen muros, muros que separan a madres de hijos, muros detrás de los cuales amputan cuernos, rabos y picos y muros que esconden y ensordecen los gritos de dolor en los mataderos. Las granjas ecológicas, como cualquier otra, son centros cuyo objeto es explotar a los animales.
Hace unos días, activistas de Equanimal efectuaron una visita a una granja ecológica de cabras. Lo que allí se encontraron no difiere tanto de otro tipo de explotación: bebés separados de sus madres, con los cuernos cortados a ras de piel, machos enviados al matadero poco después de nacer, hembras con las ubres llenas de quistes al ser seleccionadas genéticamente para producir continuamente leche, animales con las pezuñas tan largas que no les permitían apenas moverse. Cierto que tenían un pequeño redil al aire libre pero que apenas utilizaban por lo que les costaba siquiera moverse unos pasos.
Cuando llegaron allí, nuestros activistas se encontraron unos animales ansiosos por recibir una caricia, por disfrutar de alguna novedad en sus tristes vidas; vidas pariendo hijos que les arrebataban nada más nacer, vidas esperando una muerte segura en cuanto dejaran de ser “productivas”.
No hay razones para continuar perpetuando la explotación y el asesinato de millones de animales en todo el mundo. Atormentar y matar a otros para degustar ciertos sabores no puede estar éticamente justificado. Y tampoco hay motivos nutricionales que nos puedan impulsar a hacerlo: podemos vivir de forma perfectamente saludable siguiendo una dieta vegana, sin ningún producto animal.
Si quieres conocer los motivos y las maneras para llevar una vida más ética con los demás animales visita:
www.especismo.org
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