El hilo de Ariadna
Otra vez, me arrojo. Al suelo firme, la tierra seca, y los límites del camino. Lejos de lo inabarcable, lo inestimable, de la infinidad de posibilidades, la vastitud. Es mi naturaleza la que me salva, como el hilo de Ariadna a Teseo, y así con mi corazón atado al dedo igual que un globo logro siempre salir del embrollo, el meollo, la morralla, el laberinto donde me adentro en mi afán infatigable e interminable por llamar a cada cosa por su nombre, interpretando señales y trotando tras mensajes que den significado a cada tramo del camino.
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